La historia de Oxana Malaya, la niña "salvaje" criada por perros

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En 1983, en Ucrania, bajo el control de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nació la niña Oxana Malaya. Hija de padres alcohólicos y negligentes, a los tres años la dejaron fuera de casa y la refugiaron en un pequeño local donde había perros callejeros.
Al lado de sus padres, la niña se sentía olvidada, renegada, y debido a las constantes agresiones, solía orinarse de tanto miedo. Aunque no estaba, en cuanto a distancia, lejos de su familia, socialmente estaba completamente abandonada.

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PublicidadCon el paso de los años, sólo quedaba la familia que nunca se negó a criarla: los perros. Debido a la falta de contacto con los humanos, Oxana Malaya acabó olvidando que ella también era humana y todos sus gestos eran copias de los que realizaban los animales.
Los hábitos de Oxana Malaya

Foto: Reproducción
Ver también: El fascinante mundo del pene animalComo los perros no respondían con palabras, Oxana fue abandonando la sintaxis humana y la sustituyó por ladridos. La niña también caminaba a cuatro patas por la hierba de la granja donde vivía, arqueando la espalda, corriendo y sacando la lengua.
Cuando sintió un cosquilleo en la oreja, hizo como los demás miembros de su familia canina y se rascó con la pata.
La comida en el pequeño pueblo donde vivía no tenía muchas cosas. Con pocos recursos, los perros que vivían allí (la mayoría salvajes) comían carne cruda y bebían agua que quedaba alrededor de los grifos, ésta era también la comida de la niña.
La denuncia

Foto: Reproducción
Así fue la vida de Oxana Malaya hasta los ocho años, cuando el chivatazo de un vecino, que vio a la niña viviendo con perros salvajes, cambió su historia.
Hay pocos documentos que describan con exactitud el estado físico y psicológico de Oxana. Por ello, muchos expertos creen que las autoridades tenían miedo de reconocer el caso, o miedo de documentarlo, ya que una denuncia de abandono en el punto en que se encontraba la niña era extremadamente vergonzosa.
Poco después de la denuncia, el niño empezó a ser estudiado y a vivir al cuidado de personas especializadas en discapacitados mentales.
La vida en sociedad

Foto: Reproducción
Los medios de comunicación volvieron a ocuparse del caso en 2006. Un equipo de documentalistas británicos, dirigido por la experta en niños salvajes Lyn Fry, viajó a Ucrania para ver cómo era la vida de Oxana Malaya, que vivía en una clínica de atención mental.
El objetivo de Fry era grabar lo sucedido cinco años después de que un grupo de Discovery Channel registrara su ingreso en una de estas clínicas, así como comprobar si la niña se había adaptado a la vida en sociedad con los humanos, y cómo este tiempo salvaje habría dañado su cabeza. Para sorpresa del equipo, se encontraron con una persona distinta a la imaginada.
La impresión de la británica fue que: "su lenguaje es extraño. Habla de forma directa, como si fuera una orden. No hay cadencia, ritmo ni música en su discurso, ni inflexión ni tono. Pero tiene sentido del humor. Le gusta ser el centro de atención, hacer reír a la gente. Presumir es una habilidad asombrosa teniendo en cuenta sus antecedentes".
Cuando se le presentaba algo, el primer instinto de Malaya era esconderlo, igual que un perro que gana una recompensa. Los dientes de la niña estaban muy deformados por usarlos en exceso para actividades humanas antinaturales. Caminaba de forma antinatural, con los hombros tambaleantes, y no estaba acostumbrada al equilibrio necesario para andar con sólo dos pies sobresuelo.
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Foto: Reproducción
La edad mental de la niña era la de un niño de seis años, que se aburría fácilmente con actividades mundanas. Además, la niña trabajó en una granja tras ser rescatada para volver a relacionarse con la gente. Otra curiosidad es que sus habilidades matemáticas se limitaban sólo a contar, y Oxana no sabía deletrear su propio nombre, y mucho menos leer.
En contra de las especulaciones, la niña no presentaba espectro autista. Los experimentos realizados con ella demuestran una tesis de los expertos: es imposible que un niño aprenda un idioma si no se le enseña nada hasta los cinco años. Malaya sólo pudo aprender gracias al bagaje acumulado en sus tres primeros años de vida.
Oxana Malaya se reúne con su padre

Foto: Reproducción
En 2006, el padre de la niña decidió reunirse con la hija que había abandonado. Por aquel entonces, Oxana trabajaba en una granja, rodeada de gente paciente que la respetaba, aunque faltaba un profesional terapéutico.
Su padre estaba acompañado por la hermanastra menor de la niña, Nina, a la que nunca había conocido. Su primer encuentro fue incómodo, apenas recordaba al hombre.
La conversación acaba desarrollándose, muy formalmente, con Oxana contando su rutina en la granja, e invitando a su padre y a su hermana a conocer un poco más su día a día. En un momento dado, Nina empieza a llorar, y es Oxana quien la consuela.
Los expertos señalan que no se desarrollará intelectualmente debido a los años perdidos viviendo con los perros. Sin embargo, teniendo en cuenta otras historias de niños salvajes, el balance de la vida de Oxana es positivo. A sus 36 años, sigue cuidando de las vacas y de la granja donde vivía.
Fuente: Aventuras en la Historia